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EL HOMBRE QUE CALCULABA MALBA TAHAN

 

MALBA TAHAN es el más célebre profesor de Matemática de Brasil, su nombre real es Julio César de Mello Souza, nació el 6 de mayo de 1895 en Río de Janeiro Concluyó sus estudios de profesorado de primaria y más tarde hizo una diplomatura en Ingeniería Civil en la Escuela Politécnica de Brasil, conocido por sus libros en los que empleaban historias árabes para enseñar matemáticas, publicó más de cien libros, su libro más famoso, El Hombre que Calculaba, fue publicado por primera vez en 1938 sus propuestas pedagógicas siguen siendo novedosas y mantienen una vigencia sorprendente.

 

EL HOMBRE QUE CALCULABA es, una obra evidentemente didáctica que cumple con aquel consagrado aforismo de que es preciso instruir deleitando. Su protagonista se nos hace inmediatamente simpático porque es sencillo, afable, comunicativo, interesado en los problemas ajenos y totalmente sensible al encanto poético, el cual ha de llevarle a la consecución del amor y, lo que es más importante, al conocimiento.

 

La acción transcurre entre el fasto oriental, sin dejar por ello de darnos a conocer los aspectos menos halagüeños de aquellos países donde la diferencia social, de rango y de riqueza, eran considerables y completamente distanciadas, el libro tiene, además, el encanto poético que nos habla de la sensibilidad árabe en todo lo concerniente a la belleza y por último la estimación del ejercicio y dedicación intelectuales al presentarnos un torneo, en el que juegan tanto el malabarismo matemático, como la poesía y la sensibilidad.

 

EL HOMBRE QUE CALCULABA el libro nos narra las a través de las diferentes historias que vive nuestro protagonista EL SABIO BEREMIZ SAMIR, Beremiz Samir, un cuidador de ovejas. Cierto día, conoce a un bagdalí, el cuál le invita en su camino a Bagdad, aconsejándole que su habilidad para calcular le podría dar mucho dinero. Y así fue. Durante el trayecto iban encontrando diferentes problemas matemáticos que “el calculador” resolvía con gran precisión dejando boquiabiertos a sus oyentes por la simpleza de los resultados, demostró a través de los diferentes sucesos que vivió, mostró que la madre de todas las ciencias es la matemática, quien siempre nos conduce a la verdad, la manera como se desenvuelve la matemática en cada aspecto de nuestras vidas, lo hace ver de una manera tan sabía para la toma de las decisiones.

 

BEREMIZ SAMIR resulto siempre astuto para resolver los problemas que sin pedir nada a cambio siempre por su gran inteligencia y sabiduría obtenía un obsequio. por ejemplo, solo mencionaremos la historia donde había un grupo de hermanos que se encontraban en el desierto peleando por una herencia que habían recibido, tenían 35 camellos y debían repartirlo entre los tres hermanos, la siguiente manera de repartición era que el mayor debía recibir la mitad, al del medio debía recibir la tercera parte y al más joven sólo le corresponde la novena parte, ¿cómo hacerlo si la repartición no es exacta?

 

Así que el calculador medito un momento y dio su camello para que quedaran 36 camellos y de esta manera pudiera efectuar el cálculo, procedió de la siguiente manera: la división ahora será justa y exacta de camellos, el mayor que debe recibir la mitad de 36 recibirá 18 camellos, el segundo hermano debe recibir un tercio de 36 camellos, es decir 12 y el más joven debe recibir una novena parte, así que la novena parte de 36 es 4, entonces el resultado de la partición sería 18+12+4=34 un total de 34 camellos, lo cual sobraría dos uno que había dado para realizar el cálculo y uno por derecho de haber resuelto a satisfacción  el complicado problema de herencia… ¡QUE SABIO!

 

Así que durante las diversas historias BEREMIZ SAMIR es cuestionado por muchos sabios y siempre termina ganando algún gesto a favor, lo que favorece su gran inteligencia porque lo conduce a encontrar el amor de su vida, una hija de un rey, quién debe enseñarle matemáticas. Pero en una disputa entre gestos materiales, prefiere el matrimonio de una hermosa joven a lo que debe enfrentarse a un enorme problema matemático que debe resolver de la manera más sabía y precisa, ya que él no ambicionaba ni riquezas, ni títulos, ni homenajes ni regalos porque él sabía que los bienes materiales nada valen; además la fama no le seducía, pues su espíritu no sueña con la gloria efímera del mundo.

 

EL HOMBRE QUE CALCULABA es una obra evidentemente didáctica que cumple con aquel consagrado aforismo de que es preciso instruir deleitando, un libro lleno de curiosidades que resulta entretenida e interesante, aunque al final puede ser un poco repetitivo.

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